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Primer Acto

La primera vez que sucedió tenía siete años.
No recuerdo muy bien como fue pero del patio del colegio pase a una cama en una habitación compartida con otros chicos, cada uno en nuestro boxes. Estaban papa y mama.

Volvió a suceder terminando el instituto. Esta vez, creo, que fue al ir hacia la pizarra para leer un comentario de texto y antes de que empezase me desperté otra vez en un box, esta vez éramos todos adultos. Estaba mama sola, papa murió el año anterior.

Hasta hoy, no había vuelto a suceder. El medico me pide que recuerde, pero apenas puedo recordar cuando me había sucedido anteriormente como para recordar como había sido esta vez. Creo que estaba conduciendo, o había aparcado, quizá estaba arrancando. Pero había un coche de por medio. No esta mama, pero hay un hombre tomando notas. El medico me pide que recuerde todo lo que pueda, que no hay prisa. El hombre toma notas y no habla. No se quien es. Imagino que algún muchacho de la facultad haciendo practicas. Que más da. No recuerdo si iba yo en el coche. O el coche iba hacia mí. O estaba mirando una revista de coches. O en un concesionario. El medico no me quiere decir donde ocurrió, dice que es mejor que lo recuerde yo. Que duerma.

Despierto y estoy solo. Es de noche, aun no ha amanecido pero debe de quedar poco para ello. No estoy en un box. Es una habitación para mi solo. Tiene ventanas, una cama, una mesa camilla, un baño, un escritorio, y una puerta. Esta cerrada. Hay un intercomunicador. Llamo.

- ¿Si?
- Hola… no se… no se donde estoy, me acabo de despertar, ¿Dónde estoy?
- Por favor, intente dormir. Si no puede hacerlo le mandare un celador con un relajante.
- Va… vale, gracias.

Me tumbo en la cama y miro el techo blanco, la pared blanca, las sabanas blancas, mi camisón blanco, mi piel blanca. Y magullada. No me había dado cuenta hasta ahora pero tengo el brazo izquierdo magullado. Y la pierna. Y una marca en la cadera. Que raro. No me duelen. Aprieto fuerte y no siento nada. Debo llevar suficientes relajantes para no sentir ni un disparo, no me duele ni cuando me pellizco. Es divertido. Aunque dejo de hacerlo cuando me hago herida. Apenas sangra. Me duermo.

Despierto.

Sigo sin saber donde estoy. Al intercomunicador no responden. Ha amanecido. Veo que alguien mira por la pequeña ventana de la puerta, al verme despierto sigue andando. Llaman y entra una enfermera.

- Buenos días, le traigo su medicación, ¿se encuentra bien?
- Me encontraría mejor si supiese donde estoy.
- Ahora mismo le pido al Doctor Brego que venga a visitarle.
- Gracias.

Se marcha. No me gusta que las enfermeras lleven pantalones. Me gustan las de las películas, con falda, resultan más sexys. Ahora son antieroticas. Otra vez alguien se asoma a mi puerta y sigue andando. Me duermo.

Despierto.

Veo a alguien que parece un doctor, observándome, y otra vez al hombre que toma notas. Los dos me miran, y yo poco a poco voy despertándome y prestando atención a todo. Todo blanco.

- Buenos días, ¡por fin despertó! ¿Qué tal se encuentra?
- ¿Bien?
- Eso es bueno. ¿recuerda algo?
- ¿Que debería recordar? Ni siquiera se donde estoy.
- ¿Sabe su nombre? ¿Qué día es hoy?
- Me llamo Javier Aruza y es 28 de diciembre.
- ¡Muy bien!
- Pero hoy es ya día 30 señor Aruza.
- Bueno, he dormido mucho entonces…
- Sí, eso parece, ¿no recuerda nada más señor Aruza?
- No… no sé que mas quiere que recuerde, ¿Por qué estoy aquí?

El se gira hacia el hombre que toma notas, le pregunta algo que no llego a escuchar y me da un recorte de periódico.


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